miércoles, 7 de agosto de 2013

Vínculos

“Hermanos: Ésta es la libertad que nos ha dado Cristo. Manténganse firmes para no caer de nuevo bajo el yugo de la esclavitud. Ustedes, hermanos, han sido llamados para vivir en libertad, pero procuren que esta libertad no sea un pretexto para satisfacer los deseos carnales: háganse más bien servidores los unos de los otros, por medio del amor. Porque toda la Ley está resumida plenamente en este precepto: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Pero si ustedes se están mordiendo y devorando mutuamente, tengan cuidado porque terminarán destruyéndose los unos a los otros. Yo los exhorto a que se dejen conducir por el Espíritu de Dios, y así no serán arrastrados por los deseos de la carne. Porque la carne desea contra el espíritu y el espíritu contra la carne. Ambos luchan entre sí, y por eso, ustedes no pueden hacer todo el bien que quieren. Pero si están animados por el Espíritu, ya no están sometidos a la Ley”. (Gálatas 5, 1. 13-18)


La sociedad es un proyecto del mal, el mal cierra los corazones de las personas, en tal magnitud, que si uno quiere hacer el bien –el bien que este a su alcance, y no importa si es mucho o poco-, puede que ese obrar sea interpretado como una acción malintencionada. Sin embargo, puede ser el mal el que motive esta interpretación. Esto provoca mucha desunión, destrucción en los vínculos, en las familias y en las comunidades.

Sin los vínculos no hay una vida de oración ni de fe, es contradictorio orar por el prójimo y odiarlo, o ir a misa y no reconocer a la otra persona como  hermano, que él también fue pensado para formar parte del Reino de Dios. En la oración que Jesús mismo nos enseñó, reconocemos que el Padre es Nuestro, por lo tanto que las otras personas son nuestros hermanos/as.

Por eso, pidamos al Espíritu Santo que su santa gracia nos ayude a abrir el corazón, a reparar nuestros vínculos y salgamos al encuentro con nuestros hermanos/as. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

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