En
muchas situaciones se me hace difícil creer verdaderamente en mí mismo, en este
mundo difícil en el que muchas veces dejamos que otras personas nos señalen y
nos digan que no somos capaces, o nos marcan con etiquetas que nosotros mismos
comenzamos a aceptar. Todos somos capaces de lograr algo, sea pequeño o grande
es de igual importancia. Si la causa es para el bien y es la voluntad de Dios,
nadie podrá impedirlo ni callarnos.
Algo
que quiero regalarle a ustedes, es algo que nació en mi corazón un día, en el
que después de mucho tiempo me propuse a volver a creer en mí mismo, en lo que
soy, en el valor que cada uno tiene para Dios. Y fue lo siguiente lo que
comenzó a despertarme: “Si yo confío en Jesús, y él habita en mí, yo también
tengo que confiar en mí mismo”. Rezando sobre esto, otras palabras inundaron mi
corazón, fueron buscándome y concluí que: “Dios cree en nosotros antes de que nosotros
pudiésemos creer en él, en el momento de crearnos, él creyó en nosotros, creyó
de que podemos amarlo a él y también amar a los demás como él nos amó, y nos
ama. Nada de lo que tenemos es verdaderamente nuestro, si es un regalo de Dios
que podemos amar, sólo nos queda entregarnos a él tal como somos”. Muchas veces
queremos hacer sólo nuestra propia voluntad, sin buscar la voluntad del Padre,
de lo que quiere de nosotros, que es perfecta y no alcanzan las palabras para
expresar esta perfección, la perfección del Espíritu de Dios.