En este artículo
reconstruiremos la personalidad divina de Jesús basándonos en lo expresado por el
Evangelio de San Juan, debido a que la teología del mismo utiliza mucha
simbología en los hechos relatados. Esto nos permite conocer muchos rasgos
divinos de la personalidad de Jesús. Cada signo responde por si solo a la
pregunta de ¿Quién es Jesús?
Es importante
aclarar en este punto, que a cada persona, el evangelio le puede transmitir
algo propio, algo que el evangelio le invita hacer. A continuación expondremos
varios fragmentos con motivo del mensaje religioso que aportan a este tema
especifico, no es la finalidad de este texto contradecir al mensaje personal
que le haya transmitido a cada persona.
A modo de
introducción sobre este evangelio, podemos enunciar a continuación algunos pasajes
del mismo.
Nos habla del Verbo
Prexistente (Jn 1, 1-5), estos versículos introductorios con los cuales comienza
el evangelio, nos demuestran una sabiduría puramente inspirada por Dios. Nos
explican que Jesús es Dios y la Palabra, el Verbo por el que se hicieron todas
las cosas. Esto lo podemos relacionar con el libro del Génesis (Gn 1), en el
cual Dios crea todo a partir de las palabras que va manifestando. “Dijo Dios: ‘Haya luz’, y hubo luz” (Gn
1, 3).
Este evangelio
contiene 21 capítulos, de los cuales 20 fueron escritos por el evangelista,
esto lo podemos comprobar porque en el capítulo 20 finaliza el libro; “Estas
han sido escritas para que crean que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios.
Crean, y tendrán vida por su Nombre” (Jn 20, 31). El capítulo 21 fue agregado
posteriormente.
San Juan no escribe
en su libro sobre los exorcismos realizados por Jesús, no porque realmente no
los haya hecho o el autor bíblico los desconozca, sino que los omite porque los
mismos, por más que haya sido ofrecido para que muchas personas sanen y crean
en Jesús, y haya permitido que sea más reconocido. En esa época eran vistos a
los exorcistas como magos, debido a la reputación que tenían las demás personas
que realizaban estas prácticas, obviamente que eran unos farsantes porque no
expulsaban demonios, como lo hacia Jesús, el único que puede hacerlo.
De los cuatro
evangelistas, el evangelio de San Juan tiene otro concepto de los milagros, él
los llama “signos milagrosos”. Esto es, debido a que mientras los otros
evangelistas canónicos -es decir, los que entran dentro del canon de la Biblia
y están inspirados por Dios- toman los milagros como hechos sorprendentes, para
demostrar que Jesús es el hijo de Dios y que la salvación es para todos, tanto para
los que cumplen con la Ley de Moisés, como para los pecadores, enfermos y
paganos, los cuales eran excluidos de las sociedades de la época al considerarlos
impuros. En cambio, San Juan, los relata como “signos o señales milagrosas”,
que precisamente son siete, número que representa la perfección de Dios. Esto
es simbólico, no significa que precisamente sean siete los milagros que realizo
Jesús. “Muchas otras señales milagrosas
hizo Jesús en presencia de sus discípulos que no están escritas en este libro”
(Jn 20, 30).
San Juan no coloca
principalmente el énfasis en el hecho milagroso o el mal sanado, sino que se
enfoca exclusivamente en la personalidad divina de Jesús. Estos pretenden
revelar algún aspecto de la interioridad divina de Jesús. A continuación trataremos
de construir la personalidad divina de Jesús a partir de lo que se exponen en estas señales
milagrosas.
El primer signo (Jn 2, 1-11) tiene lugar en las Bodas de
Caná, donde Jesús realiza la conversión de 600 litros de agua en vino, contenidas
en las tinajas que los judíos utilizaban para los ritos de purificaciones. Este
hecho revela que Jesús es el Mesías esperado. Porque según la creencia popular
judía, cuando viniera el Mesías iba hacer en una fiesta con abundancia de vino.
El segundo (Jn 4, 43-54), la curación del hijo de un
funcionario real, revela que él es la “vida” de los que llevan una existencia
menguada y disminuida. El hace que uno viva con plenitud y abundancia.
El tercero (Jn 5, 1-18), la curación del paralitico de
Bezatá, revela que Jesús es igual a Dios. Por eso puede trabajar y curar con
todo derecho en sábado.
El cuarto (Jn 6, 1-15), la multiplicación de los panes,
revela que él es el Pan de la Vida que ha bajado del cielo, y que puede saciar
el hambre de felicidad, de sentido de vida, de búsqueda y de ilusión de las
personas.
El quinto (Jn 6, 16-24), la caminata sobre las aguas, revela
que Jesús es el que acompaña a la iglesia (la barca) en su marcha a través de
los problemas del mundo (el lago encrespado) hasta hacerla llegar a salvo a la
otra orilla.
El sexto (Jn 9, 1-12), la curación del ciego de nacimiento,
revela que él es la Luz del mundo, y que quien crea en él no andará nunca en
tinieblas.
El séptimo (Jn 11, 1-44), la resurrección de Lázaro, revela
que él es la resurrección de los muertos, y que todo el que haya muerto volverá
un día a vivir.
Es magnifico que este autor bíblico nos haya transmitido
todas estas cosas en su evangelio al relatarnos las señales milagrosas que Jesús realizo
en su vida. Cada uno de nosotros puede completar esta interioridad de Jesús a partir de nuestras experiencias personales con él, a partir de lo vivido y de la oración.