lunes, 26 de agosto de 2013

Pasos para una buena confesión

La Iglesia nos propone cinco pasos a seguir para hacer una buena confesión y aprovechar así al máximo las gracias de este maravilloso sacramento.

Estos pasos expresan simplemente un camino hacia la conversión, que va desde el análisis de nuestros actos, hasta la acción que demuestra el cambio que se ha realizado en nosotros.

1. Examen de Conciencia: Ponernos ante Dios que nos ama y quiere ayudarnos. Analizar nuestra vida y abrir nuestro corazón sin engaños. Puedes ayudarte de una guía para hacerlo bien.

2. Arrepentimiento: Sentir un dolor verdadero de haber pecado porque hemos lastimado al que más nos quiere: Dios.

3. Propósito de no volver a pecar: Si verdaderamente amo, no puedo seguir lastimando al amado. De nada sirve confesarnos si no queremos mejorar. Podemos caer de nuevo por debilidad, pero lo importante es la lucha, no la caída.

4. Decir los pecados al confesor: El Sacerdote es un instrumento de Dios. Hagamos a un lado la “vergüenza” o el “orgullo” y abramos nuestra alma, seguros de que es Dios quien nos escucha.

5. Recibir la absolución y cumplir la penitencia: Es el momento más hermoso, pues recibimos el perdón de Dios. La penitencia es un acto sencillo que representa nuestra reparación por la falta que cometimos.

jueves, 22 de agosto de 2013

Jesús, el buen pastor

Salmos 23:1-6 
(1)   El Señor es mi pastor: nada me falta;"
(2)   en verdes pastos él me hace reposar.
       A las aguas de descanso me conduce,
(3)   y reconforta mi alma.
       Por el camino del bueno me dirige,
       por amor de su nombre.
(4)  Aunque pase por quebradas oscuras,
       no temo ningún mal,
       porque tú estás conmigo
       con tu vara y tu bastón,
       y al verlas voy sin miedo.
(5)  La mesa has preparado para mí
       frente a mis adversarios,
       con aceites perfumas mi cabeza
       y rellenas mi copa.
(6)  Irán conmigo la dicha y tu favor
       mientras dure mi vida,
       mi mansión será la casa del Señora
       por largos, largos días.

El testimonio tripartito, nada me faltará (1), no temeré mal alguno (4) y moraré (6) encuadra al Salmo, dividiéndolo en tres partes: La oveja y el Pastor (1–3), el viajero y su compañero (4) y el invitado y el anfitrión (5, 6), enseñando respectivamente la providencia de Dios, asignando las experiencias de la vida, su protección en el camino de la vida y su provisión ahora y siempre.

1–3 Estos versículos enfocan una experiencia de abundancia (prados de tiernos pastos), paz (aguas, lit. “de todo tipo de descanso”) y renovación (confortará mi alma, ver 19:7). El principio detrás de nuestras experiencias es que él escoge sendas de justicia para nosotros, sendas que “él aprueba”, tienen sentido para él. En esto actúa por amor de su nombre, de acuerdo con su carácter revelado.

4 En contraste con las alegres experiencias de las ovejas (1–3), el sendero del peregrino pasa por terrenos más ásperos. Sombra de muerte es realmente “oscuridad más profunda” que incluye, por supuesto, la oscuridad de la muerte. Pero en estas experiencias el pronombre “él” de los vv. 1–3 se convierte en tú, significando un toque personal más cercano, y el líder (2) se coloca a su lado (conmigo). ¡Cuanto más oscura la sombra, más cerca está el Señor! Y aporta toda fuerza, vara y cayado. La duplicación denota algo completo.Vara (Lev. 27:32) posiblemente signifique protección; cayado posiblemente apoyo (Exo. 21:19).

5, 6 Mesa… en presencia de mis adversarios, cf. 2 Sam. 17:27–29, cuando David pudo haber discernido la mano de Dios en el cuidado que Barzilai le brindara ante el conflicto con Absalón. Al referirse tanto a circunstancias hostiles (4) como a gente hostil (5) el Salmo afirma el cuidado en cada emergencia. La cabeza ungida expresa el beneplácito del Señor, la copa que rebosa su abundante provisión. Pero este bien y misericordia seguirá mientras dure la vida (lit. “el largo de los días”) y más allá se encuentra la casa del Señor … por días sin fin. Moraré es un ajuste tradicional del texto heb. y puede ser correcto, pero lit. “Regresaré a la casa”, o sea, cuando las sendas (2, 3), prados y amenazas (5) hayan pasado, sucede el auténtico regreso a casa.

Fuente: Nuevo Comentario Bíblico: Siglo XXI


Jesús, soy tu siervo, soy tu oveja. Tú eres mi pastor. Guíame Señor.

sábado, 17 de agosto de 2013

Lo demás añadido será

Cada mañana, al despertar, te ofrezco el nuevo día Padre Bueno,
y me entrego en tus manos con alegría y confianza sabiendo
y rezando desde adentro que lo importante es buscar
el Reino de Dios y su justicia; lo demás, lo darás por añadidura.
Ayúdame a vivir este día abierto a las necesidades de los demás,
haciéndome prójimo de aquellos que necesitan y que crucen mi camino.

Dame un corazón abierto, sensible a los dolores y a los sufrimientos.
Que me comprometa, decidido, en la práctica del amor y la justicia.
Que no sienta más seguridades que tu aliento y tu presencia
en el camino difícil del amor verdadero, aquel que construye vida y libertad
para quienes se les niega la libertad de hijos de Dios.

Dame hambre y sed de justicia nueva.
Quiero sumarme al trabajo por el Reino siguiendo tus opciones,
transmitiéndolas con la vida y el ejemplo cotidiano.
Que cada nuevo día sea un paso adelante en el camino al Reino.
No dejes que me atrape el individualismo descarnado que hoy es moda.
Que no se endurezca mi corazón con falsas justificaciones y prejuicios.
Que el consumismo y la indiferencia no ahoguen mis ganas
de servir a los demás en todo tiempo y en todo sitio.

Dame hambre y sed de tu Palabra liberadora,
la que sacude desde adentro y cambia la vida en gestos concretos.
Dame constancia y empuje para llevar adelante 
los proyectos y propuestas que me vayas presentando.
Dame Señor tu mirada para que pueda ver claro
por donde pasa el Evangelio en nuestro tiempo.

Te doy gracias, Señor, por este nuevo día.
Acompáñame en cada momento, ayúdame a crecer en el amor
y la entrega a los demás. Ilumina mis decisiones
Abre mi corazón y mis manos para que pueda transmitir
tu gran amor a través de gestos y actitudes
de servicio generoso a mis hermanos.

Amén


miércoles, 14 de agosto de 2013

Fe y Esperanza

La Fe es un don de Dios.  Es cierto.  La Fe es una virtud.  También es cierto.  La Fe es un acto de la voluntad.  Cierto también.  Pero la Fe es, además, de acuerdo a las Lecturas de hoy, una actitud muy inteligente, porque por medio de la Fe recibimos por adelantado lo que esperamos poseer.  ¿Que...  cómo es esto?

Nos dice San Pablo en la Segunda Lectura: “La fe es la forma de poseer, ya desde ahora, lo que se espera y de conocer las realidades que no se ven”  (Hb. 11, 1-2.8-19).    Y ¿qué es lo que esperamos?   Nada menos que el Reino de Dios.  Y eso tendremos... si creemos... y si actuamos de acuerdo a esa Fe.  Jesús mismo nos lo ha prometido al comienzo del Evangelio de hoy: “No temas, rebañito mío, porque mi Padre ha tenido a bien darte el Reino”  (Lc. 12, 32-48).


En las Lecturas de este domingo vemos, entonces, la conexión entre la Fe y la Esperanza.  Esperamos porque creemos, ya que lo que esperamos no lo vemos... al menos no claramente.  Por la Fe creemos, entonces, en lo que no se ve.  Creemos en lo que, sin comprobar, aceptamos como verdad.  Creemos, además, en lo que esperamos recibir en la Vida que nos espera después de esta vida, aunque no lo veamos y aunque no lo podamos comprobar.

Es decir, por la Fe podemos comenzar a gustar desde aquí lo que vamos a recibir Allá.  Podemos comenzar a recibir por adelantado lo que luego tendremos en forma perfecta.  Podemos comenzar a disfrutar en forma velada lo que se llama la “Visión Beatífica”, el ver a Dios “cara a cara” (1 Cor. 13, 12), “tal cual es” (1 Jn. 3, 2).    De allí que la Iglesia Católica se atreva a decirnos en el Nuevo Catecismo: “La Fe es, pues, ya el comienzo de la Vida Eterna” (CIC # 163).

“Ahora, sin embargo, caminamos en la Fe, sin ver todavía”  (2 Cor. 5, 7),  y conocemos a Dios “como en un espejo y en forma opaca, imperfecta, pero luego será cara a cara.  Ahora solamente conozco en parte, pero entonces le conoceré a Él como El me conoce a Mí”  (1 Cor. 13, 12-13).  (cf. CIC #164)


Hay que vivir en Fe, aunque por ahora no podamos ver claramente, sino en forma opaca, imperfecta.  A veces la Fe puede hacerse muy oscura.  Puede ser puesta a prueba.  Las circunstancias de nuestra vida pueden tornarse difíciles y entonces lo que creemos por Fe y lo que esperamos por Esperanza, podría opacarse, podría hasta esconderse.  Es el momento, entonces, de afianzar nuestra Fe. 

lunes, 12 de agosto de 2013

Esperar en ti


Esperar en ti
Difícil se que es
Mi mente dice no
No es posible.

Pero mi corazón
Confiado esta en ti
Tu siempre haz sido fiel
Me has sostenido.

Y esperare pacientemente
Aunque la duda me atormente
Yo no confío con la mente
Lo hago con el corazón.

Y esperare en la tormenta
Aunque tardare tu respuesta
Yo confiare en tu providencia
Tu siempre tienes el control.

viernes, 9 de agosto de 2013

Romper las barreras

Mateo 14:20-36
Todos comieron y se saciaron, y se recogieron los pedazos que sobraron: ¡doce canastos llenos! Los que habían comido eran unos cinco mil hombres, sin contar mujeres y niños.
Inmediatamente después Jesús obligó a sus discípulos a que se embarcaran; debían llegar antes que él a la otra orilla, mientras él despedía a la gente. Jesús, pues, despidió a la gente, y luego subió al cerro para orar a solas. Cayó la noche, y él seguía allí solo.
La barca en tanto estaba ya muy lejos de tierra, y las olas le pegaban duramente, pues soplaba el viento en contra. Antes del amanecer, Jesús vino hacia ellos caminando sobre el mar. Al verlo caminando sobre el mar, se asustaron y exclamaron: “¡Es un fantasma!” Y por el miedo se pusieron a gritar.
En seguida Jesús les dijo: “Animo, no teman, que soy yo”. Pedro contestó: “Señor, si eres tú, manda que yo vaya a ti caminando sobre el agua”. Jesús le dijo: "Ven”. Pedro bajó de la barca y empezó a caminar sobre las aguas en dirección a Jesús. Pero el viento seguía muy fuerte, tuvo miedo y comenzó a hundirse. Entonces gritó: "¡Señor, sálvame!". Al instante Jesús extendió la mano y lo agarró, diciendo: "Hombre de poca fe, ¿por qué has vacilado?".
Subieron a la barca y cesó el viento, y los que estaban en la barca se postraron ante él, diciendo: "¡Verdaderamente tú eres el Hijo de Dios!".
Terminada la travesía, desembarcaron en Genesaret. Los hombres de aquel lugar reconocieron a Jesús y comunicaron la noticia por toda la región, así que le trajeron todos los enfermos. Le rogaban que los dejara tocar al menos el fleco de su manto, y todos los que lo tocaron quedaron totalmente sanos.      
Palabra del Señor

Se hace difícil muchas veces seguir a Jesús desde nuestras comodidades, desde esas falsas seguridades en que nos aferramos y que vamos instituyendo, que son todas las cosas efímeras en la que nos apoyamos, como el dinero, el poseer o tener objetos, situaciones en las que nos creemos más que los demás, en la profesión que nos crea un perfil o en el trabajo, entre otras. Todas estas cosas enumeradas anteriormente son necesarias para vivir actualmente en nuestra sociedad, pero los invito, a que podamos ampliar esos horizontes.

Para buscar la verdadera seguridad que viene de Dios, tenemos que seguir a Jesús que nos invita a salir de esa barca de falsas seguridades en la que nos encerramos, y dar el salto hacia el abismo de la inseguridad. En ese momento en el que nos decidimos a saltar, quitamos todas las cosas que creemos que llenan nuestra vida o, con las cuales nos sentimos seguros. Pasamos de ese estado a sentir un vacío en nosotros, una fragilidad propia del ser humano, que es esto mismo el motivo por el que nos aferramos a esas cosas, para no enfrentar esto. Como consecuencia de dar este salto, rompemos con todas las barreras que nos vamos creando y que involucran las pretensiones, inseguridades, miedos y la desconfianza, que muchas son producto de donde decidimos reclinar la cabeza, en lo propio de lo mundano o en Dios, en lo que nos ofrece él y en su proyecto.

No hay que desesperar a dar este paso, no es nada fácil, para lograrlo debemos tener una confianza plena en Jesús, o sino, el miedo, la inseguridad del vacío y la propia fragilidad va a llevarnos dentro de la barca otra vez. Pidamos a Dios una fe inquebrantable y la voluntad para poder salir de nuestra prisión, en la que cada uno se encuentra enjaulado.




miércoles, 7 de agosto de 2013

Vínculos

“Hermanos: Ésta es la libertad que nos ha dado Cristo. Manténganse firmes para no caer de nuevo bajo el yugo de la esclavitud. Ustedes, hermanos, han sido llamados para vivir en libertad, pero procuren que esta libertad no sea un pretexto para satisfacer los deseos carnales: háganse más bien servidores los unos de los otros, por medio del amor. Porque toda la Ley está resumida plenamente en este precepto: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Pero si ustedes se están mordiendo y devorando mutuamente, tengan cuidado porque terminarán destruyéndose los unos a los otros. Yo los exhorto a que se dejen conducir por el Espíritu de Dios, y así no serán arrastrados por los deseos de la carne. Porque la carne desea contra el espíritu y el espíritu contra la carne. Ambos luchan entre sí, y por eso, ustedes no pueden hacer todo el bien que quieren. Pero si están animados por el Espíritu, ya no están sometidos a la Ley”. (Gálatas 5, 1. 13-18)


La sociedad es un proyecto del mal, el mal cierra los corazones de las personas, en tal magnitud, que si uno quiere hacer el bien –el bien que este a su alcance, y no importa si es mucho o poco-, puede que ese obrar sea interpretado como una acción malintencionada. Sin embargo, puede ser el mal el que motive esta interpretación. Esto provoca mucha desunión, destrucción en los vínculos, en las familias y en las comunidades.

Sin los vínculos no hay una vida de oración ni de fe, es contradictorio orar por el prójimo y odiarlo, o ir a misa y no reconocer a la otra persona como  hermano, que él también fue pensado para formar parte del Reino de Dios. En la oración que Jesús mismo nos enseñó, reconocemos que el Padre es Nuestro, por lo tanto que las otras personas son nuestros hermanos/as.

Por eso, pidamos al Espíritu Santo que su santa gracia nos ayude a abrir el corazón, a reparar nuestros vínculos y salgamos al encuentro con nuestros hermanos/as. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

martes, 6 de agosto de 2013

¿Cómo orar a ejemplo de María ante la cruz y la soledad?

La oración es muchas veces estar, callar, contemplar, agradecer, sufrir y esperar. Hoy María nos da una gran lección. Se ofrece junto a su Hijo estando, callando, contemplando, sufriendo y esperando.

«Junto a la cruz de Jesús estaban su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Cleofás, y María Magdalena. Jesús, viendo a su madre y junto a ella al discípulo a quien amaba, dice a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo». Luego dice al discípulo: «Ahí tienes a tu madre». Y desde aquella hora el discípulo la acogió en su casa» (Jn 19,25-27)

Permanecer junto a la cruz uniendo el propio dolor al de Jesús

El dolor es presencia, ofrecimiento y escucha. Un idioma que pocos todavía hemos aprendido a “hablar”. Santuario íntimo donde se encuentran los que se aman. Sobran las palabras porque los dos se acogen con miradas, gestos y el mutuo ofrecimiento. Es la presencia del Amor de Dios. Es poseerse para dar lo más íntimo y profundo, el sufrimiento, lo único que sí nos pertenece. Es entregarse a pedacitos, arrancarse el corazón poco a poco para regalarlo a la persona Amada.

Nuestra oración en el dolor y el dolor convertido en oración debe ser también un presentarse, un hacerse don para Dios. Como estamos, como somos, con las pocas fuerzas que tengamos. Con nuestra fe debilitada, con nuestra esperanza puesta a prueba, con nuestro amor cansado por la intensidad y la distancia recorrida.


Vivir el silencio y la soledad en clave de esperanza

Al contemplar el corazón de María en relación con su Hijo se nos paralizan los pensamientos y el corazón late más fuerte. El corazón de María en la hora del dolor es más que nunca el corazón de Cristo. Y el corazón de Cristo es más que nunca el corazón de María.

Hay que hacer silencio, hay que apartar todo pensamiento y contemplar. Sí, contemplar por un lado al Padre, ofreciendo su Hijo al mundo, clavado en la cruz y por otro, a María ofreciéndose también junto a su Hijo, firme y fiel, junto a la cruz.

Dejar que la cruz haga el vacío en nuestro corazón para que sea llenado por Dios

En María encontramos un corazón vacío de sí misma, del pecado, listo para acoger a Dios. Un corazón que habla el lenguaje de Dios, el idioma del amor: ¡Dios es amor!

Ella no se resiste a la obra de la cruz, no pone condiciones, no cuestiona el proceder del Padre. Sabe que la cruz es el instrumento que socava el interior, que ayuda a hacer más hondo el propio vacío para que el Señor lo colme. La cruz duele cuando se rechaza y se reniega, pero es liviana cuando se agradece y se abraza como don de Dios. No podré llenarme de Él si estoy lleno de mí mismo, por eso necesito la cruz.

sábado, 3 de agosto de 2013

Tesoro de tu presencia

“El Reino de los Cielos es como un tesoro escondido en un campo. El hombre que lo descubre, lo vuelve a esconder; su alegría es tal, que va a vender todo lo que tiene y compra ese campo” (Mateo 13:44).

Ese tesoro es Jesús, una vez que lo descubrimos en nuestra vida, dentro de nuestro corazón, nos transforma, de tal forma que dejamos todo lo que estamos haciendo, dejamos aquellas preocupaciones, nos liberamos de la opresión de todas las cargas que llevamos, y salimos de nuestro encierro en nosotros mismos, para encontrarnos con el otro. Porque sin los vínculos no se puede sostener una vida de fe, no podemos decir que verdaderamente amamos, cuando amamos a Dios pero no a nuestros hermanos.

Y al salir de nosotros mismos y compartir con los demás este tesoro, aquellas riquezas que podíamos acumular en la tierra ya no nos parecen valiosas, porque nuestra mirada está en el reino de Dios y queremos acumular para él.


Cuando temo entrar en ese fondo oscuro de la tierra de mi corazón, me aseguras que en lo más profundo está escondido el tesoro de tu presencia y de tu inagotable misericordia.

jueves, 1 de agosto de 2013

Fe y Confianza en Dios


En este vídeo Jesús Adrian Romero nos habla sobre un testimonio de vida sobre la Fe y Confianza en Dios, sobre los momentos en que sentimos que Dios nos ha abandonado, pero ciertamente no es así. Es  precisamente en esos momentos que debemos confiar plenamente en Dios desde el corazón.